viernes, 21 de octubre de 2011

José Luis Quirós Manjón (Pipas): Alucinando (2)






Me empuja un cristal frágil. Tenuo. Lleno el huerto de agua. El él remojo mis piernas. Para limpiarme el polvo del camino. Tras la explanada grande, se abre un camino de vida, unas colinas doradas y respetadas. Unos salientes soporíferos, con detalles inmensos, alargan la vista. Los profundos vericuetos, los repechos estacionados, aclaman compasiva una onda gigante que se confunde en pequeñas gotas de color maravilla. Y explota ante mi, cuyos ojos, atónitos, resaltan al tocarla. 

Llevo frágiles y transparentes deseos. Se calman en las orillas, andando por el llano. El verdor me inunda. Sus caras las recuerdo. Sigo bogando. Sigo descubriendo. Los rellanos son camas. Cada cosa de este paraje adquiere significado, si no comparado si por su propia forma. La suave forma del monte es deseable como objeto de deseo sexual. La hierva me mira. Yo respondo con todo mi ser. Estoy en un sitio nunca antes vivido. Toco el árbol. Abandono mi ropaje. Corro tras el viento que, en su contra, me envuelve. Nado en el líquido imaginado. Me embriaga la cabeza. La fragilidad, la fugacidad de mi cuerpo hace moverme rápido. Entonces es el valle el que pasa ante mi rodeándome. Cada vez mas cercano. Los surcos, las pendientes, se abren seguras ante si. Yo soy un ser que cruza. Un ente borracho que quiere cultivar, estableciendo un contacto de amor.

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