miércoles, 14 de septiembre de 2011

José Luis Quirós Manjón (Pipas): Que trata de la rebeldía


Puedes mas o menos dar la bronca. Puedes ir estrafalariamente vestido. Dejarte el pelo hasta los pies. Gritar. Colarte. Mirar sin que nada te importe. Ir desnudo por la calle. Cantar en un museo. Correr sin mirar atrás. Sentarte inadecuadamente. Hablar de lo callado. Dar la razón y proteger a los desheredados de la sociedad. Practicar delante de la gente con lo que ella considera prohibido, a fin de provocarle. Quedarte con ella. Que se pongan rojos de vergüenza y estallen en violentas reacciones. Yo lo entenderé. Es mas: quizás sea uno de estos. Además me veré cuando ellos o alguien digan:

-Mira, quieren llamar la atención.

Entonces el moralista, el religioso y el político y el intelectual burgués dirán:

-Bajo ese llamar la atención, se esconde una incapacidad, una inutilidad. Lo hacen porque no están seguros. Tienen miedo y tienen complejo de superioridad. Por eso necesitan llamar la atención: porque se sienten inútiles ante la normalidad; dan voces para sentirse importantes, sino pasarían desapercibidos y eso les duele.

Yo no lo creo así. Y quien lo haga seguro que se ha equivocado porque así lo único que se consigue es ser la víctima. Y sufrir en propia carne las frustraciones (...)

Hay una naturaleza en mi, al menos eso creo, (ahora me doy cuenta de ello después de observarlo) corro a realizarlo (expresión natural); pero, gran decepción, en cuanto asomo las orejas las tratan de cortar; primero mis padres, luego toda la familia y los vecinos, los de al lado no aceptan esa espontaneidad tuya, ese descubrimiento de tu cuerpo, que la utilización de algo es demasiado maravilloso; los das en la cara de su equivocación, de su vida, los valores en que creen se los tiras por el suelo; tu figura es una patada a su incompetencia; estás echando en su cara lo que ellos jamás se atrevieron.

Y por tanto te denuncian, te zancadillean; pero no importa, aprendes con violencia, aprendes a reprimirte; que hay cosas malas y buenas predichas, que hay una corriente general y tienes que andar con pies de plomo: 

-'Yo no quiero ser uno mas ahí'.

Te importa entonces la gente, te escondes de ella en los rincones, en grupos reducidos satisfaces tus apremiantes necesidades y hablas de lo que crees; pero hay gente por todos los lados y sigues escondiéndote hasta que, después de muchos años de hacer eso (también puede ocurrirte que fueses uno mas de esa gente) y te das cuenta, o simplemente un poco tiempo después de hacerlo, de que hay marcas gravadas por la no satisfacción de algo que querías hacer. 

Y comienza la recuperación, tu lucha, llevar la verdad; crees en la equivocación de la represión, uno de los pasos es que te importe la gente, entonces para demostrártelo vas estrafalariamente vestido. Con tal de provocar. De estar en su contra para demostrarle lo poco que te importa su moral. En realidad no los menosprecias. Vas o te quedas o dices cualquier cosa porque tenga que ser así. 

Enseguida viene una imagen de que eso no les gusta a tus vecinos. Y no tiene mayor importancia. Pero te dices: '¿por qué no hacerlo?', '¿siempre vamos a estar igual?', 'que si', 'que no', 'que lo haces'. Y lo hecho, hecho está. Bronca. Líos. Mas que palabras. Y la valla se llena de acero para reparar. Ahora se cubre de sangre. Se corroe y se cae. A por otra. Esta vez no hace falta la sangre. Hubo tiempo para hablar, para convivir. Miraste del lado en que su mirada se cruzaba. Y en paralelo. Allí, en el espacio, proyectasteis vuestros deseos. Y visteis esos mismos. Así que, aquí, en la tierra, tiramos nuestro aislamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario